Es cierto que esto de viajar es una droga, aunque suene a falaz y manido. Para una persona como yo que viaja para vivir y vive para viajar, estar encerrada en casa tanto tiempo, sin conocer nuevas personas, ver otros paisajes o experimentar aventuras, ha sido realmente difícil. A ello se ha añadido que ya llebaba todo el invierno en casa, porque si hay algo que defina mi trabajo es sin duda la temporalidad.
El confinamiento puede que no haya sido tan difícil para las personas que disfrutan de tener mucho más tiempo, de la tranquilidad, de hacer las cosas lentamente y sin embargo haya sido más difícil para aquellas que necesitan intensidad, acción y velocidad para sentirse más vivas. Como es lógico yo soy de estas últimas.
¿Cómo poder viajar sin moverte de casa?, ¿Cómo encontrar la emoción que te quite el síndrome de abstinencia? No nos engañemos, no hay nada cómo vivir la experiencia por ti mismo. Pero hay otro tipo de viaje, el Viaje Imaginario, el que se hace a través de los ojos de los demás. Tampoco se puede decir que sea un sucedáneo, es simplemente algo distinto.
Así, durante esta cuarentena he viajado por los lugares más inhóspitos sin moverme de casa, sin tener que hacer el fastidio de la maleta, sin pasar frío ni hambre, sin el riesgo que conlleva toda aventura, desde el plácido colchón de mi cama. Mi viaje ha sido a unos cuantos países del África más profundo y mi guía ha sido Miguel Silvestre, con su fantástico libro "Un millón de piedras". Leer esto en la solapa del libro me atrapó de tal modo que ya no hubo manera de dejarlo.:
"Sólo hay dos tipos de tipos: los que buscan una vida ancha y los que aspiran a una vida larga. Los primeros se la juegan y los segundos se acartonan. Pueden ser triunfadores, pero nunca héroes como los primeros.Esta odisea está llena de aventuras y riesgos, de hoteluchos de mala muerte, de baches, polvo y arena, y de gente que sobrevive en villorrios pasmados en la galbana. Hay paisaje, paisanaje... y pasión. Pero no compasión, que es el cómodo refugio del fuerte para anestesiar la conciencia ante el dolor de los débiles. Es verdad que no hay muchos amaneceres en el Serengueti, ni curtidos machos alfa despachando leones y elefantes entre las minas del rey Salomón, ni el silbido de la mamba negra. A cambio, en cada página hay un par de historias que ponen la piel de gallina y escupen sobre los tópicos..."
También a África me fuí con
Javier Aldekoa y su magnífico libro "
Hijos del Nilo". Tantos meses en mi biblioteca y nunca encontraba el momento de leerlo. Sin embargo sus intrahistorias, su información y sus aventuras como periodista me han hecho viajar muy lejos.
No han sido viajes turísticos como podéis imaginar. Han sido más que nada viajes de aventura, precisamente de lo que más me ha faltado en esta cuarentena, y han sido por África, porque sin duda es el continente más desconocido y éxotico para mí.
Pero también a veces pienso que leer este tipo de libros, es todo un riesgo. Se meten tanto en tu mente, que a veces piensas en dejarlo todo y simplemente lanzarte a vivir, a experimentar por tu cuenta. Sin embargo, soy realista al mismo tiempo y no solo por las restricciones de viaje que todavía existen, sino sobre todo porque mi hija de 11 años y mi marido me necesita más que nunca. De todas formas todas estas vivencias han servido como válvula de excape y han despertado en mí otros proyectos que quién sabe, si en algún momento podrán salir adelante.
¿Qué más cosas positivas, hay en el encerramiento? Pues he visto series y películas interesantes, he remodelado mi vesturario y mi casa y he dormido más de lo que nunca hubiese imaginado. Creo que lo mejor de todo ha sido el dejar de planificar, el vivir el día a día, sin pensar más allá de la misma semana y el centrarme cada vez más en el presente, ante un futuro inquietante e inesperado. Es el aprender a no esperar nada y a tener un poco más de paciencia. También el volver a disfrutar con cualquier pequeña cosa, con un rayo de sol, con un paseo, con las primeras quedadas con tus amigos. No quiero ni pensar, cuando pueda volver a trabajar, creo que se me caeran las lágrimas.
Aunque sin duda lo mejor de todo ha sido el poder disfrutar de tanto tiempo con mi hija, del día a día, de sus rutinas. Esos momentos son y serán unicos e irrepetibles y me imagino compensarán por tantas veces que he estado fuera de casa.
También me he dado cuenta más que nunca de cuánto teníamos y he aprendido a apreciarlo mucho más. Ha sido como ese romático amor, que cuando lo pierdes te das cuenta de todos los momentos maravillosos que has vivido y como los añoras ahora que lo has perdido.
Es saber vivir con poco o cada vez con menos y ser igual de feliz y conseguir que el tema económico no colapse tu vida. Es una lección muy dura, pero que hará que valoremos más cada euro que ganemos, cada abrazo que demos y cada contacto que tengamos que tengamos en un futuro, que espero cada vez esté más cercano.