A veces no es necesario conocer durante mucho tiempo a alguien para darte cuenta de que es extraordinario, de que hay algo que sin saber muy bien que es, enseguida te atrae de su personalidad. Eso lo supe casi inmediatamente cuando conocí a Mirna.
Tenía 67 años, acababa de recuperarse de varios tipos de cancer, le habían hecho varias reconstrucciones en el pecho, era diabética y tenía que pincharse diariamente con insulina. Sin embargo allí estaba realizando uno de los tours más agotadores: España, Francia e Italia (SFX- 12 days) con una fortaleza y una dulzura admirables.
Mirna era menuda y delgada y siempre iba muy sofisticada, pintada y arreglada. No paraba de comprar todo tipo de cosas, hacía fotos sin parar con una cámara analógica de hace más de 15 años,guardaba todo el dinero de su viaje en un sobre destartalado y escribía en unas pequeñas hojas desencuadernadas y dobladas, los teléfonos, los comentarios o las observaciones que creía más interesantes en el desorden más absoluto.
Tenía 67 años, acababa de recuperarse de varios tipos de cancer, le habían hecho varias reconstrucciones en el pecho, era diabética y tenía que pincharse diariamente con insulina. Sin embargo allí estaba realizando uno de los tours más agotadores: España, Francia e Italia (SFX- 12 days) con una fortaleza y una dulzura admirables.
Mirna era menuda y delgada y siempre iba muy sofisticada, pintada y arreglada. No paraba de comprar todo tipo de cosas, hacía fotos sin parar con una cámara analógica de hace más de 15 años,guardaba todo el dinero de su viaje en un sobre destartalado y escribía en unas pequeñas hojas desencuadernadas y dobladas, los teléfonos, los comentarios o las observaciones que creía más interesantes en el desorden más absoluto.
Pero lo que más llamaba más la atención sin ninguna duda era su equipaje que podría ser el de 4 personas: llevaba un maleta inmensa, otra más pequeña y 3 0 4 grandes bolsas llenas de regalos, recuerdos y cosas que no sabe ni dónde ni por qué ha comprado y que a veces ni tan siquiera estaba segura de que le gustaran. Mirna era una shoppercolic y su equipaje crecía de forma imparable a lo largo del viaje.
Buscaba atención constante porque me imagino que la vida no fue justa con ella: nunca recibió suficiente y por ello hablaba sin parar e interrumpía en muchas ocasiones mis comentarios para contarme sus propias experiencias, que debo reconocer que aunque a veces me resultaban increíbles, siempre eran interesantes.
Muchas veces su mayor placer se sustentaba en la compra compulsiva de cosas materiales porque parece que éstas le daban la seguridad efímera y el placer que no encontraba en muchas de las personas que le rodeaban. Durante el viaje quitando a su compañera de viaje y a su pequeño grupo de 4 estudiantes, practicamente no mantuvo relación con el resto del grupo. La gente la evitaba, la trataba como un bicho raro, no es que no se llevaran bien es que simplemente no la tenían ningún respeto, especialmente el resto de los adultos que debido a su juventud y a su poca empatía no veían más allá de sus extravagantes comportamientos.
Sin embargo para mi fue mi fácil, ya que en seguida me dí cuenta de que bajo esa fachada exterior tan caótica, se escondía una persona maravillosa cuya entereza, fortaleza, su lucha por la vida y su dulzura era poco menos que admirable. Por eso Mirna me vino a demostrar como nadie que las apariencias casi siempre engañan y así espero que escribiendo sobre ella, su recuerdo se perpetue como el de una gran persona y una gran mujer.
Enternecedor... Cuántas Mirnas hay en el mundo que la gente no sabe valorar. A mí también me encantan.
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