domingo, 17 de agosto de 2014

Cuando vuelvo a casa

Llegar a casa tras una o varias semanas de trabajo intenso es un retorno a tu otra vida. Un Matrix en el que te cuesta distinguir cual es tu vida real, si la de guía o la de mama. Se que mi vida son las dos, pero son tan divergentes, tan radicales, que el sonido del despegue en el avión es para mi el trance entre los dos mundos, el momento que tomó mi pastilla para irme a mi otra vida.

El paso de una a otra situación es difícil y complicado especialmente cuando me tengo que ir de casa tras varios días allí. Aunque al poco tiempo de regresar mi cuerpo y me mente ansían la descarga adrenalitica de mi trabajo, mis hormonas maternales y familiares desprendidas ampliamente durante los días de estancia en casa hacen más dura la partida.

La vuelta a casa es también extraña y aunque añoro profundamente mi casa, mi cama, mi marido y mi hija, es también complicado cambiar de ritmo y bajar de revoluciones lleva su tiempo y su trabajo.

Pero sin duda una de las mejores de cosas de volver a casa es cuando llego al aeropuerto, donde me espera mi mini familia: mi hija nerviosa esperándome en el hall con una bolsa enorme de las decenas de dibujos que me ha preparado para mi vuelta. Mi marido luciendo sus mejores galas. En mi vuelta recibo besos, abrazos, mimos y un confort sin igual tras varios días o semanas siendo el blanco de la mayor parte de las críticas si cualquier cosa sale mal. 



Ese derroche de amor y pasión sólo es posible si se produce este intervalo de separación, por lo que esta vida tan intensa y bipolar tiene sin duda sus satisfacciones.

Como decía mi ex, para que una relación funcione de verdad tiene que haber una separación de un día a la semana, un fin de semana al mes y un mes al año. Será verdad?



No hay comentarios:

Publicar un comentario