domingo, 29 de marzo de 2015

Viajar por mar


Últimamente siento una enorme atracción hacia las historias épicas de viajes por el mar. Empecé enganchandome con todas y cada una de las adaptaciones cinematográficas de Motín a bordo ( " El motín de la Bounty"), a lo que siguió la incluso más apasionante lectura de dicha aventura. Continué con la azaña de la Contiki de Thor Heyerdalh y las diferentes expediciones de descubrimiento del nuevo mundo, desde los viajes de Cristóbal Colón, a los de Magallanes y El Cano, Thomas Cook o el que ayer mismo compré sobre las Islas Salomón, y todo ello complementado con libros relacionados con las aventuras náuticas desde Hemingway hasta Conrad. Todos sus aventuras me resultan absolutamente apasionantes y todas me llevan al mismo destino: el Mar.








No ha habido elemento más importante para el descubrimiento del mundo que el mar. No hay mayores héroes que aquellos que se embarcaron en él, con el desconocimiento de lo que habría más allá hacia tierras desconocidas y lejanas y sujetos a las diversas contrariedades que se pueden encontrar en el camino: desde los innumerables peligros y privaciones de todo tipo de comodidades, siguiendo con las inclemencias del tiempo, hasta las todavía más inquietantes turbulencias de la naturaleza humana. Para mi sin duda es la aventura más valiente de todas las que puedan existir.





Esta pasión hacia las lecturas épicas náuticas en el mar de conquistadores y aventureros se contradice con mi propia experiencia, ya que de todos los medios de transporte disponibles, es el que menos me gusta: mi tendencia obsesiva hacia al mareo, unida a la relativa claustrofobia que me produce, hace que sea el medio de transporte que más respeto me produce. Tampoco puedo olvidar las sensaciones que viví hace unos meses cuando hacía el trayecto Penang-Langkawi en un pequeño ferry que no paraba de moverse debido al mal tiempo y lo más inquietante de todo fue ver que la película que proyectaban como entretenimiento era " El Titanic". Increíble pero cierto.


Hoy me encuentro en el Ferry- crucero Barcelona- Civitavecchia, un trayecto corto de 20 horas, que sirven básicamente para descansar del ritmo del tour, desconectarte por unas horas de todo y todos y contemplar la inmensidad del mar y apreciar aún más si cabe a estos valientes que un día se hicieron a la mar, y como no para encontrar unos minutos para escribir estas líneas.

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