Hay lugares más asépticos e impersonales que los aeropuertos, ya que en estos la emoción de los encuentros y las despedidas añaden el componente humano tan necesario en este lugar de tránsito tan mecanizado por los horarios de salida y de llegada, los controles de seguridad, los papeleos y el equipaje. Y esos lugares más asépticos que los aeropuertos son los hoteles que los circundan.
Son la puerta de entrada o de llegada de tu viaje, pero en los que solo pasaras el tiempo indispensable. A veces parecen pequeñas ciudades artificiales, donde todo parece casi irreal, donde solo hay trasiego de gente que viene y va sin manifiestar ningún entusiasmo, ya que probablemente su estancia sea solo por unas horas y porque seguramente jamás regresaran a menos que tengan otro retraso u otra conexión larga con otro vuelo.
Las habitaciones son blancas, inmaculadas, el trato del personal es tan distante y profiláctico, que lo que deseas es dormir lo antes posible, para que al despertar puedas regresar al mundo "real" y coger un avión, que te llevará a uno u otro destino, mejor o peor, pero seguro que más humanizado que los hoteles aeropuertuarios que tanto detesto.
(Escrito despues de pasar una noche en el Hotel Roissy Campanille en París, antes de realizar un Tour por París, Barcelona y Madrid, en abril de 2010)
Son la puerta de entrada o de llegada de tu viaje, pero en los que solo pasaras el tiempo indispensable. A veces parecen pequeñas ciudades artificiales, donde todo parece casi irreal, donde solo hay trasiego de gente que viene y va sin manifiestar ningún entusiasmo, ya que probablemente su estancia sea solo por unas horas y porque seguramente jamás regresaran a menos que tengan otro retraso u otra conexión larga con otro vuelo.
Las habitaciones son blancas, inmaculadas, el trato del personal es tan distante y profiláctico, que lo que deseas es dormir lo antes posible, para que al despertar puedas regresar al mundo "real" y coger un avión, que te llevará a uno u otro destino, mejor o peor, pero seguro que más humanizado que los hoteles aeropuertuarios que tanto detesto.
(Escrito despues de pasar una noche en el Hotel Roissy Campanille en París, antes de realizar un Tour por París, Barcelona y Madrid, en abril de 2010)
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