Estamos alojados en una casa árbol en un lugar maravilloso, el Permai Rainforest de Satubong, una península de Sarawak en la Malasia de Borneo.
Jungla a un lado y mar al otro. Todo esta lleno de sonidos. Las olas rompen en el mar y se oye su embestida de forma continúa. A ello se unen todos los ruidos de la jungla: mosquitos, aves y otros especies. El sonido de ambos es ensordecedor. El paisaje es fantástico. A pocos metros de nuestra casa árbol hay una piscina natural del agua proveniente de una cascada y un poco más alejado una playa privada.
Se hace de noche y los sonidos se intensifican mucho más. Al cabo de unas horas justo antes de ir a dormir salgo a grabarlos, pero me doy cuenta de que ya no se oye a ninguna criatura de la noche. Ha empezado a llover y sólo se siguen oyendo el rugido de las olas y el agua cayendo.
De pronto la lluvia se intensifica y comienza una fuerte tormenta: rayos y truenos por doquier. La luz se corta y salta la de emergencia. Alli estamos dentro de la casa árbol los tres acurrucados en la cama. Fuera todo es una gran oscuridad, por un momento tengo miedo. Nos sentimos diminutos ante la potencia de la naturaleza. tan pequeños, tan frágiles.
Pasan los minutos y la tormenta continúa. A mi lado tengo un libro que traje de España: "Los tigres de Mompracen" de Emilio Salgari, comienzo a leerlo para intentar dormir y esto es lo que leo: " la noche del 20 de diciembre de 1849 un violentísimo huracán se desencadena sobre Mompracen, isla salvaje, de siniestra fama, cubil de formidables piratas, situada en el mar de Malasia a pocos centenares de millas de las costas occidentales de Borneo". Es otra época y es otro lugar diferente, pero me doy cuenta de forma siniestra que hoy es 20 de diciembre, 165 años después.
Y de pronto me viene a la cabeza el tsunami de 2004 en las costas de Tailandia y pienso también en toda esa gente que como yo disfrutaba de sus vacaciones en algún lugar increíble. Pero enseguida dejo de pensar ya que si no no voy a dormir en toda la noche y comienzo a escribir. Y además porque sé que nada está en nuestras manos, todo está ya sentenciado.
Sin embargo no cambiaría ni un sólo minuto de mi viaje por la seguridad de lo conocido. Las experiencias tan maravillosas e intensas que estamos sintiendo cada día merecen la pena frente a todo. Malasia es maravillosa y creo que nunca vi a mi hija disfrutando tanto. Es mucho más segura y fácil de lo que imaginaba. No entiendo por qué desde hace ya 13 días que llegamos aquí no he oído otra voz en español que no sea la de mi familia. Hay pocos turistas occidentales, ninguno de habla hispana que se haya cruzado con nosotros, casi todo son asiáticos y aquí sin duda, en Sarawak y Borneo, lo más exótico somos nosotros.
Poco a poco me voy relajando y sé que en breve voy a dormir. Fuera sigue lloviendo mucho. Mañana será otro día.
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