sábado, 3 de octubre de 2020

Viaje a otra posibilidad de mi mismo

 


Dicen que la vida es un viaje y que debes ir adaptándote a cada uno de los acontecimientos y obstáculos que encuentres por el camino. Y ciertamente así es. Esta vez el viaje no es a un destino nuevo ni a uno conocido, sino que es un viaje a una alternativa, a otra posibilidad de mí misma. Hay una cantidad ingente de alternativas y cada una de nuestras decisiones en la vida nos lleva a uno u otro lugar ¿y si hubiera estudiado otra cosa? ¿y si hubiese aceptado aquel trabajo que me propusieron? ¿y si no me hubiera arriesgado a dejar mi trabajo fijo? Esta vez, es mi vida en otro ámbito laboral totalmente ajeno a mí: el mundo de los call center y las finanzas. Para realizarlo he tenido que prepararme y adaptarme a un entorno nuevo, pero ¿qué es si no eso, la esencia de viaje?

Debido a la COVID he tenido que dar un giro temporal a mi trabajo de 360 grados. Tras 15 años trabajando en el sector turístico, es ciertamente complicado encontrar algo en otro sector. El giro no ha sido ni elegido ni otorgado, sino únicamente producto de las circunstancias, al ser el primer empleo en el que me seleccionaron, entre las decenas de curriculums que envié para trabajos de lo más variado.

Durante unos meses he sido Agente telefónico del Banco de Santander, una actividad que jamás habría pasado por mi cabeza. Call center, finanzas, prestamos, claves, tarjetas, cuentas, transferencias, recibos, firmas electrónicas, intereses, comisiones y un sin fin de nuevos temas que fui incorporando a mi día a día. Las explicaciones de las ciudades, de la cultura, de los monumentos y de nuestra idiosincrasia fueron sustituidas por estos términos, que antes solo conocía de forma superficial

Mi presencia física, el movimiento y el propio viaje en sí, se ha transformado en el trayecto invariable de casa al trabajo y del trabajo a casa. Mi asiento en los primeros sitios del bus se ha sustituido por una silla de uno de los puestos de un gran call center. Tampoco las paredes que rodean mi oficina, nada tiene que ver con los variados paisajes, ciudades o monumentos que como guía visitaba cada día.

Lo que más ha cambiado ha sido sin duda el contacto con los clientes. He pasado de una media de una semana viajando y compartiendo prácticamente todo el día juntos, a una corta relación telefónica. Las interacciones que antes tenía cara a cara con cada uno de los turistas, ahora son con clientes del banco y solo a través del teléfono. La relación con otras personas a parte de los propios clientes, ahora es bastante escasa. De relacionarme continuamente con proveedores, compañeros y conductores a un contacto temporal y efímero con cientos de interlocutores que jamás volveré a oír, ni sé quién son o serán.  

Mis habilidades comerciales que antes utilizaba para que comprasen una excursión o hicieran una actividad opcional, ahora las uso para que contraten un préstamo o alguno de los otros productos financieros del banco. He utilizado algunas de las cualidades o virtudes que antes usaba como guía: el saber escuchar, la paciencia, el proporcionar información, el gestionar las peticiones de mis clientes y el intentar ayudarles en todo lo posible. Como guía haciendo que disfruten más del viaje, de las experiencias y de las posibles aventuras que encontremos en el camino y como operadora ayudando a conocer todos los entresijos de la aplicación, realizando operaciones financieras, explicándoles porqué se ha retenido un recibo, o cómo sacar un mejor partido de su cuenta bancaria  y así una lista interminable de operaciones bancarias.

Así que, aunque solo deseo que este trabajo sea algo temporal y que pronto pueda regresar a lo que realmente me hace sentir viva y feliz, me consuelo pensando que con este nuevo trabajo podré conseguir unos ingresos mínimos con los que poder seguir adelante, unos conocimientos que nunca están de más y sobre todo saber que de una u otra forma me he sentido útil pudiendo ayudar a alguien.

 Como puntos positivos puedo decir que ahora regreso a casa todas las noches para dormir. Aquí tengo contrato, seguridad social, sueldo fijo, comisiones, derecho a desempleo que se va acumulando con los meses, vacaciones pagadas, etc. Frente a esto, cuando estoy de tour paso días, semanas y a veces incluso meses sin volver a casa, hasta que termino los viajes. Además, como guía soy autónoma, algo que en nuestro país es una auténtica locura. El trabajo es mucho más inestable ya que depende totalmente de la demanda que exista y así hay periodos en que tengo tantas solicitudes que tengo que elegir entre distintas empresas, y otros en los que no hay absolutamente nada. Son sin dudas dos formas muy diferentes de ver la vida. Sin embargo, no cambiaría jamás la seguridad que te proporciona un trabajo estable con la sensación de libertad y el placer que te produce trabajar en lo que te gusta.


miércoles, 1 de julio de 2020

Reflexiones (positivas) en tiempos de Covid-19

Es cierto que esto de viajar es una droga, aunque suene a falaz y manido. Para una persona como yo que viaja para vivir y vive para viajar, estar encerrada en casa tanto tiempo, sin conocer nuevas personas, ver otros paisajes o experimentar aventuras,  ha sido realmente difícil. A ello se ha añadido que ya llebaba todo el invierno en casa, porque si hay algo que defina mi trabajo es sin duda la temporalidad.

El confinamiento puede que no haya sido tan difícil para las  personas que disfrutan de tener mucho más tiempo, de la tranquilidad, de hacer las cosas lentamente y sin embargo haya sido más difícil para aquellas que  necesitan intensidad, acción y velocidad para sentirse más vivas. Como es lógico yo soy de estas últimas. 

¿Cómo poder viajar sin moverte de casa?, ¿Cómo encontrar la emoción que te quite el síndrome de abstinencia? No nos engañemos, no hay nada cómo vivir la experiencia por ti mismo.  Pero hay otro tipo de viaje, el Viaje Imaginario, el que se hace a través de los ojos de los demás. Tampoco se puede decir que sea un sucedáneo, es simplemente algo distinto.

Así, durante esta cuarentena he viajado por los lugares más inhóspitos sin moverme de casa, sin tener que hacer el fastidio de la maleta, sin pasar frío ni hambre, sin el riesgo que conlleva toda aventura, desde el plácido colchón de mi cama. Mi viaje ha sido a unos cuantos países del África más profundo y mi guía ha sido Miguel Silvestre, con su fantástico libro "Un millón de piedras". Leer esto en la solapa del libro me atrapó de tal modo que ya no hubo manera de dejarlo.:

"Sólo hay dos tipos de tipos: los que buscan una vida ancha y los que aspiran a una vida larga. Los primeros se la juegan y los segundos se acartonan. Pueden ser triunfadores, pero nunca héroes como los primeros.Esta odisea está llena de aventuras y riesgos, de hoteluchos de mala muerte, de baches, polvo y arena, y de gente que sobrevive en villorrios pasmados en la galbana. Hay paisaje, paisanaje... y pasión. Pero no compasión, que es el cómodo refugio del fuerte para anestesiar la conciencia ante el dolor de los débiles. Es verdad que no hay muchos amaneceres en el Serengueti, ni curtidos machos alfa despachando leones y elefantes entre las minas del rey Salomón, ni el silbido de la mamba negra. A cambio, en cada página hay un par de historias que ponen la piel de gallina y escupen sobre los tópicos..."




También a África me fuí con Javier Aldekoa y su magnífico libro "Hijos del Nilo". Tantos meses en mi biblioteca y nunca encontraba el momento de leerlo. Sin embargo sus intrahistorias, su información y sus aventuras como periodista me han hecho viajar muy lejos.

No han sido viajes turísticos como podéis imaginar. Han sido más que nada viajes de aventura, precisamente de lo que más me ha faltado en esta cuarentena, y han sido por África, porque sin duda es el continente más desconocido y éxotico para mí. 

Pero también a veces pienso que  leer este tipo de libros, es todo un riesgo. Se meten tanto en tu mente, que a veces piensas en dejarlo todo y simplemente lanzarte a vivir, a experimentar por tu cuenta. Sin embargo, soy realista al mismo tiempo y no solo por las restricciones de viaje que todavía existen, sino sobre todo porque mi hija de 11 años y mi marido me necesita más que nunca. De todas formas todas estas vivencias  han servido como válvula de excape y han despertado en mí otros proyectos que quién sabe, si en algún momento podrán salir adelante.




¿Qué más cosas positivas, hay en el encerramiento? Pues he visto series y películas interesantes, he remodelado mi vesturario y mi casa y he dormido más de lo que nunca hubiese imaginado. Creo que lo mejor de todo ha sido el dejar de planificar, el vivir el día a día, sin pensar más allá de la misma semana y el centrarme cada vez más en el presente, ante un futuro inquietante e inesperado. Es el aprender a no esperar nada y a tener un poco más de paciencia. También  el volver a disfrutar con cualquier pequeña cosa, con un rayo de sol, con un paseo, con las primeras quedadas con tus amigos. No quiero ni pensar, cuando pueda volver a trabajar, creo que se me caeran las lágrimas. 

Aunque sin duda lo mejor de todo ha sido el poder disfrutar de tanto tiempo con mi hija, del día a día, de sus rutinas. Esos momentos son y serán unicos e irrepetibles y me imagino compensarán por tantas veces que he estado fuera de casa.

También me he dado cuenta más que nunca de cuánto teníamos y  he aprendido a apreciarlo mucho más. Ha sido como ese romático amor, que cuando lo pierdes te das cuenta de todos los momentos maravillosos que has vivido y como los añoras ahora que lo has perdido. 

Es saber vivir con poco o cada vez con menos y ser igual de feliz y conseguir que el tema económico no colapse tu vida. Es una lección muy dura, pero que hará que valoremos más cada euro que ganemos, cada abrazo que demos y cada contacto que tengamos que tengamos en un futuro, que espero cada vez esté más cercano.






viernes, 29 de mayo de 2020

Reflexiones (negativas) en tiempos de Covid-19

El Covid-19 ha sido y es sin duda una de las situaciones más problemáticas a las que me he tenido que enfrentar. En mi caso no ha sido desde el punto de vista sanitario, ya que ni mi familia ni yo no lo hemos padecido, al menos que yo sepa, sino más bien desde el punto de vista económico y profesional. Después de labrarme una carrera como guía turística con tesón durante años, ahora parece que tendré que reinventarme, buscar otra profesión o fuente de ingresos hasta que el turismo, y en mi caso particular el internacional, pueda restablecerse de nuevo. Mucha gente dice que busques en tus pasiones y tus aficiones una nueva profesión. Pero para mí, ser guía turística es realmente mi vocación y mi pasión, lo que más disfruto haciendo y lo que mejor se hacer.  Por eso no puedo evitar sentir frustración y desesperanza, al darme cuenta de que después de tanto esfuerzo, tengo que, de nuevo, volver a empezar.

Cuando hay acontecimientos traumáticos o extraordinarios como el que estamos pasando, intentas encontrar un punto de sustento, quizás para no caer o quizás para darte impulso.  Estos puntos de apoyo suelen ser sobre todo tus amigos y tus familiares. Poder pasar más tiempo con tus seres queridos más cercanos es lo más positivo que puedes encontrar en todo este encierro. Sentirte útil, poder ayudar a alguien de alguna forma, ciertamente alza el espíritu. También intentas encontrar consuelo en el ocio: el arte, la cultura, los cursos, las películas, los libros, el deporte, el yoga, o cualquier cosa que esté al alcance de tu teclado y que ahora por fin, tienes la posibilidad de disfrutar. Igualmente, en el orden, en recolocar tus cosas, en organizarte, en deshacerte de aquello que ya se ha convertido en superficial. Realmente hay un montón de cosas que pueden servirnos de ayuda.

Pero aún con todo ello, no consigo sentirme bien. Pese a la multitud de mensajes positivos que nos invaden: “Todos juntos”, “ya falta menos”, “lo estamos consiguiendo”, etc, no son suficientes, ya que desgraciadamente contrastan con la realidad que día a día nos ofrece el telediario.

Así que, busqué más apoyos e intenté volver la vista atrás, intentando revivir experiencias pasadas y de las que hubiera sacado mensajes de aprendizaje en mi vida. Mi mente trato de rebuscar y entre ellas encontró los recuerdos de hace más de 20 años, cuando otro gran acontecimiento tuvo lugar en mi vida: Mi viaje a la India. Un viaje sin duda de transformación, en el que durante tres meses conocí una realidad muy distinta a la nuestra, con sus luces y sus sombras, y que me enseñó tanto sobre la relatividad de la vida y de nuestros problemas cotidianos.

Los recuerdos que más rescaté fueron las imágenes que me sobrecogieron saliendo en tren desde Bombay, rumbo no sé a dónde. Desde la ventana de mi vagón se sucedían kilómetros y kilómetros de una misma imagen, la de la desolación y la pobreza de los barrios más marginales que puedas imaginar. Los miraba con enorme profundidad ya que quería retener esas imágenes en mi memoria para siempre, quería que impresionaran de forma permanente mi mente para que cuando tuviera momentos de desesperación pudiera apoyarme en esos recuerdos y desenfocar de mis problemas del primer mundo. Y es cierto que, comparado con ellos, incluso nuestra vida durante el covid-19 se relativiza. Estar encerrado en casa, con aire acondicionado, viendo películas, leyendo libros, pasando más tiempo con tu familia, parece que no debería ser ningún problema.

Sin embargo, lo es, y puede que mi postura parezca egoísta y banal comparada con la vida que les ha tocado a otros o con las consecuencias mucho más dramáticas que esta situación ha supuesto para mucha gente. Para mí, en estos momentos, las desgracias de los demás no me sirven de consuelo ni de sustento.

Muchos sueños se han ido al traste y no termino de vislumbrar una luz lo suficientemente intensa al final del túnel, o puede que lleve ya demasiado tiempo encerrada y tan solo necesite un poco más de vida para poder encontrar una salida. Puede parecer estúpido que en mi situación me queje de no poder irme de vacaciones este año, o de no saber cómo voy amoldarte a esta nueva vida, o de no saber de qué vamos a vivir los próximos meses, o de simplemente no poder sentirme libre.

Para mí éstos también son problemas. Problemas del primer mundo, pero problemas. ¿Entonces mis viajes, mis visiones de antaño, mis experiencias no han servido para nada?  Puede que no tanto como quisiera. Puede que ya haya pasado demasiado tiempo, que me haya aburguesado en demasía y que el capitalismo y la occidentalización hayan calado en mi mucho más de lo que yo creía, o simplemente quizás, no sea tan fuerte como imaginaba.

Aquellas experiencias, junto con otras muchas más de mi vida, sin duda han conformado mi personalidad y mi sentido de la vida, y me ayudan a mantener el equilibrio mental en estos duros momentos. Pero al mismo tiempo tengo la necesidad de quejarme, de sentirme frustrada y muchas veces desesperada ante la impotencia de los acontecimientos. Y creo que eso es algo que todo el mundo debería hacer: exteriorizar todo este malestar, sacarlo fuera, quejarnos, llorar, estar de mal humor e incluso tocar fondo. Sacar esa negatividad e intentar neutralizarla con todos esos puntos de apoyo. Solo así conseguiremos una sociedad sana, que no tenga que mantener siempre la sonrisa, que no tenga que estar siempre bien, que no sea tan perfeccionista y pretenda que estemos siempre alegres. Debemos aceptar nuestras debilidades e imperfecciones, de forma que no nos volvamos locos y que cuando todo esto pase o al menos mejore, podamos seguir adelante.

Me gustaba como era mi vida, y ya no va a volver a ser lo mismo. Quizás en un futuro lejano, puede que incluso mejore y se depure de tanta velocidad, globalidad y capitalismo. ¿Quién sabe? Pero ahora solo soy capaz de mirar el presente y el futuro más cercano, y lo cierto es que lo que vislumbro no me da mucha esperanza.

lunes, 4 de mayo de 2020

Mi adicción por las postales


Siempre he considerado las postales una pequeña gran obra de arte.  Soy una adicta a las postales
de todo tipo.  Postales sin escribir, a modo de souvenir, como un recuerdo entrañable; postales que escribes y que llevan un poquito de ti y de donde te encuentras y postales que recibes, de tu familia, de tus amigos, o de quienes han compartido un poco de su vida contigo.

En este post empezaremos con las postales que compras, pero que no envias, son un regalo para ti mismo, para apresar en unos centímetros recuerdos, momentos o lugares.

Las postales de lugares son sin duda las más comunes, te enseñan tanto en tan poco que son capaces de trasladarte a cualquier lugar del mundo. Es la postal foto por antonomasia, sacan la mejor vista, el mejor ángulo, quizás la mejor composición, pretendiendo apresar la mejor imagen del sitio donde hemos estado. Pero además de éstas hay otras que son simplemente dibujos, recursos didacticos, poesías, formas representativas de un país,etc.. Puede haber tantas como el límite de tu imaginación.

 Pero como una imagen vale más que mil palabras, qué mejor que dejaros unas fotos de mi maravillosa colección de postales: 






















































miércoles, 18 de marzo de 2020

Reinicio


Alguien ha pulsado el botón de reinicio. Dicen que el en 90 % de los casos un problema se soluciona reiniciando y eso es lo que está pasando.

Era el ordenador más perfectamente imperfecto. Estaba lleno de multitud de funciones que nos aseguraban una ilusoria área de confort en nuestras vidas: viajes a golpe de teclado, compras en cualquier lugar del mundo, montones de información de todo tipo, conexión inmediata y cualquier otra cosa inimaginable. Allí estaba todo a nuestra disposición y a una velocidad increíble. Nos sentíamos con todo el poder para hacer prácticamente cualquier cosa que quisieramos.

Es cierto que esta saturación a veces nos hacía olvidar lo realmente importante o no lo encontrabamos, porque cada día había algo más y aunque eso nos daba tranquilidad y pensábamos que lo teníamos todo bajo control, ha resultado que no es así. Todo rápido, eficiente y al momento, pero el ordenador estaba empezando a fallar. Lo estábamos saturando hasta el límite de sus posibilidades. 

Un día no sé sabe ni cómo, ni por qué, un virus atacó al ordenador central y desestabilizó el ya dañado sistema. Hubo muchos programas que simplemente dejaron de funcionar y desaparecieron, especialmente los más antiguos, otros no se abrían y daban problemas y otros inexplicablemente no se veían afectados. 

Pero el proceso era incontrolable y cada vez iba a más, su contagio era de una potencia inusitada. Pese a los potentes antivirus instalados la situación se estaba yendo de control y  no quedó otro remedio que pulsar el botón de reinicio.

Aún no se ha encendido de nuevo y estamos en ese proceso hasta que de nuevo se conecte. Este proceso es impredecible, aún no sabemos todo lo que estamos perdiendo y qué encontraremos cuando se encienda. Eso sin duda está generando una gran ansiedad porque sea como sea vamos a tener que re-adaptarnos. 

Sabemos que cuando empiece a aparecer esa pequeña lucecita azul de encendido habremos perdido mucho. Algunos programas requerirán un nuevo programador para repararlos, otros habrán simplemente desaparecido y la gran mayoría, sin saber cómo, se tendrán que adaptar a las nuevas circunstancias. 

Nuestro mundo es ese gran ordenador que simplemente se ha saturado porque quizás lo hemos llevado al límite y los virus sólo han acelerado un proceso que sin duda iba destinado irremediablemente al suicidio. Nosotros formamos todos parte de ese inmenso ordenador y los antivirus han sido todos y cada uno de los que con sus acciones han conseguido reparar muchos de los fallos de aquellos programas destinados irremediablemente a la desaparición. 

Cuando todo comience de nuevo nada será como antes, aunque lo intentemos para lograr la rutina de antaño. No volverá a ser igual y posiblemente tengamos que cambiar el sistema operativo y aunque al  principio solo echaremos en falta lo que perdimos, pronto nos daremos cuenta que el sistema funciona de nuevo: cada una de las cosas que consigamos recuperar tendrá un valor mucho más importante de lo que nunca tuvo. Apreciaremos cada uno de sus detalles con mucha más intensidad que antes, y así un café, un abrazo, un cine, un concierto, estar con los tuyos, sentirnos, querernos, tocarnos, esa sensación de seguir vivos, de que lo hemos superado nos hará más fuertes, más libres y quizá y si el programador lo quiere, mucho más sensatos.

Pero hay algo que jamás olvidaremos: y es que algo murió en cada uno de nosotros con cada uno de los programas que fueron eliminados. 

sábado, 7 de marzo de 2020

Adicción al coronavirus





Me levanto por la mañana y casi de forma automática enciendo la tele o pongo la radio. Sé que me hace mal pero estoy viciada y no lo puedo evitar. Salgo a la calle y enseguida necesito una nueva dosis. Quiero saber qué ocurre aunque al mismo tiempo esté más que harta de una y otra vez la misma noticia. Soy una drogadicta: a veces a mitad de la noche me despierto angustiada intentando saber qué habrá pasado. Así que de nuevo vuelvo a caer y me chuto esa basura por las venas, aunque solo sé que me hace mal. 

Finalmente han conseguido enviciarnos. Nos han inoculado el  miedo y aunque queramos huir de él no podemos. Ya hemos sido atrapados. De algo insignificante se ha creado una bomba explosiva que está paralizando buena parte de la actividad mundial. 

Me enfrento, nos enfrentamos, a una terrible amenaza creada artificialmente y que no tiene  sentido. Pero si hay algo que sí ha quedado claro es que quién haya querido poner esto en marcha lo ha conseguido. Para ello han utilizado los medios de comunicación como transmisores de esta epidemia de miedo y angustia, simplemente poniendo su foco en esas noticias, una y otra vez, haciendo que el resto de la realidad pase a ser irrelevante. 

Han pasado solo un par de semanas desde que estalló la crisis en España y cada vez más gente empieza a estar cansada de este sinsentido. Son realmente  las noticias sobre el coronavirus las que se han extendido como un virus y han contagiado a medio mundo. 

¿Cuándo va a acabar esta pesadilla? ¿Quién la ha puesto en marcha? No sabemos nada, únicamente que somos totalmente manejables e influenciables.

Esta epidemia que es mucho menos virulenta que otras cientos o miles que hemos tenido a lo largo de la historia, se ha incrementado de manera exponencial por la cantidad casi infinita de información que recibimos y consumimos.

Mientras la economía de muchas personas anónimas y miles de empresas de muchas sectores, pero especialmente el turístico, se descalabran, sé que hay alguien por ahí que se está forrando de verdad. ¿Hasta cuándo durará esta avaricia? No, no creo que  sea un tema de seguridad sanitaria, para mí es más algo más emocional e irracional. 

Como guía turística esta crisis, esta nueva droga, me ha afectado directamente. Si tienes la increíble suerte de que no se te cancelen tus tours, debes confirmar para poder trabajar que no has estado en Italia en los últimos 14 días y si es así, presentar un resultado del coronavirus negativo. Pero conseguir esta prueba no es tan fácil ya que queda a discreción del médico. Aún así, tu trabajo pende de un hilo, ya que hasta 24 horas antes pueden cancelarte tu próximo viaje. ¿Qué vamos hacer tantos guías cuyos únicos ingresos dependen del sector turístico y que además no recibimos ningún tipo de compensación cuando se cancela un viaje, porque como autónomos no tenemos prácticamente ningún derecho a nada?. 

Podemos buscar otro trabajo, pero no sabemos cuanto tiempo durará esta crisis. ¿Este mes? ¿Esta primavera?, ¿Toda la temporada?, ¿Todo el año?. Nos han puesto en la cuerda floja y como siempre unos caerán y otros sobrevivirán. 

Es una guerra, sin armas, pero tan letal como cualquier otra y no por el irrisorio índice de mortalidad, sino porque está destruyendo la sociedad poco a poco: prohibición de reuniones masivas, se cierran eventos públicos, aconsejan no besarse, no abrazarse, no relacionarse, no viajar, no moverse, trabajar desde casa. Quieren paralizarnos. Dirán que pretenden que no se extienda el virus, pero no se dan cuenta de que hay algo mucho peor que el coronavirus, que es el poder con el que han conseguido paralizar a medio mundo. Realmente nos hemos vuelto locos.

Si ya trabajar como guía era toda una aventura, un trabajo maravilloso pero inestable y dependiente totalmente de la demanda, ahora es simple y llanamente la incertidumbre absoluta y total. 

Al mismo tiempo sé que sobrevivireros, no tengo ni idea de cómo, seguramente siendo fuertes ante la falta absoluta de seguridad, viviendo día a día y adaptándonos a cualquier oportunidad laboral que se nos presente. 

Yo de momento he decidido que voy a dejar esta droga de la hiper información y aunque sé que el síndrome de abstinencia llegará enseguida, también sé que es la única manera de desengancharse y curarme de esta angustia que dura demasiado tiempo ya.