jueves, 25 de abril de 2013

La dura vida del turista


Me levanto a las cinco de la mañana, me doy una ducha y a las 6,00 tengo el desayuno en un enorme buffet, donde la gente coge alimentos como si nunca hubiera comido. A las seis estoy con la maleta preparada. Hoy hacemos el trayecto Florencia-Asisi-Roma. 

A las 8,30 llegamos a una fábrica de cerámicas, donde nos hacen una demostración y  nos muestran además las especialidades alimenticias de la Umbría, que se venden a precio de oro. Como voy en un viaje organizado sé con seguridad que no voy a tener tiempo para poder ir a un supermercado a comprarme productos típicos, así que mi única posibilidad es pagar un precio desmesurado por un poco de Oglio picante, tartufo  o pesto. Pasamos mas de una hora allí y por fin llegamos a nuestro primer destino Asisi, donde tan sólo tenemos media hora para ir al baños visitar la basílica y comprar algún souvenir.

Nuestra guía, Silvia, nos ha dicho que va a intentar por todos los medios hacer lo imposible, para que hoy sábado,  un día antes del domingo de Pacua, podamos entrar a la basílica del Vaticano. Es la primera Semana Santa con el nuevo papa Francesco I, un papa que gusta y atrae a las masas, por su sencillez, su acento, y el cambio que va a representar para la iglesia. Comemos a las 11,30, a una hora y media de Roma. La comida no es nada espectacular, pero se sirve de forma rápida, y en 20 minutos hemos comido un grupo entero de 46. 

Durante el trayecto, nuestra guía nos ha amenizado el viaje con una película de Charlton Heston, sobre la vida de Michaelangelo, lo cual nos permite acercarnos un poco más a lo que dentro de unas horas vamos a ver. Pero la pantalla es pequeña  y el sonido es bastante malo, con una música muy alta y unos diálogos que casi no se oyen, pero tampoco se puede pedir más. 

Justo cuando acaba la película llegamos al Vaticano. Sin tiempo ni para servicios, ni para preparaciones, salimos corriendo del autobús dejándonos guiar por lo que podemos ver de un pequeño paraguas en lo alto. Caminamos rápido, casi corremos sin saber muy bien a donde vamos, hasta que finalmente paramos en una enorme cola que da la entrada a la basílica de San Pedro. La guía local, una tal Adriana, no para de decirnos lo afortunados que somos, por estar aquí y ahora y haber conseguido llegar a tiempo, justo cinco minutos antes, a la 1.55, de que cerrarán las colas. Nos ponemos unos aparatos en los oídos, y la guía local no para de darnos datos y fechas sobre algunos personajes de los que jamás he oído hablar, algunos resultan familiares, pero tengo tal invasión de información en poco menos de media hora, que a estas alturas ya ando un poco pérdida.

Menos mal que hemos tenido la suerte de tener una guía local con un gran entusiasmo, alguien a quien se le nota que se le apasiona no lo que hace, si no de lo que habla. Poco a poco nos vamos metiendo en ambiente y disfrutamos viendo las esculturas de Michelangelo, los mosaicos de las paredes, los altares, y la inmensidad absoluta que nos envuelve. Estamos en el templo más importante del mundo cristiano. Estamos viendo en directo lo que hasta ahora  sólo he visto en libros y por la tele, y además como ya han cerrado las puertas la basílica está inusualmente vacía y realmente  es un placer dejarse guiar por ella, y me siento una privilegiada. Pero pronto siento la boca seca, ya que desde las 12 no he bebido ni comido nada y tengo unas ganas inmensas de ir a un servicio, pero en cuanto se me pasa por la cabeza lo olvido  pensando que si voy, ya no va a haber manera de reencontrarme con el grupo.

Después  de una magnifica visita de 45 minutos ya estamos de nuevo en otra cola para entrar al baño. Tengo delante mío a unas 25 personas, pero la guía dice que no hay problema, que no esta tan mal, que seguro que en los museos vaticanos  está aun esta peor. Esta parada técnica ha durado bastante más de media hora y además ha empezado a llover bastante y ahora recuerdo que tengo mi paraguas en el bus y otro en la maleta, así que la verdad no me apetece ya tener un tercero. Pero después  de la insistencia de los vendedores y de ver cada 2 metros a alguien que me ofrece uno,  decido pagar 5 euros. Se que es un poco caro, pero la verdad es que a estas horas ya no tengo ningunas gana de regatear. De todas formas a los pocos minutos me siento satisfecha de haberlo comprado, pues llueve bastante más de lo que me imaginaba, y tenemos unos 10-15 minutos andando para llegar a nuestro siguiente destino: Los Museos Vaticanos! Uno de los museos más  masificados donde vamos a ver la capilla más famosa del mundo, la capilla Sixtina.!!! 

Estoy llena de emoción, nuestra guía local es bastante buena y nos lleva de un lado para otro con mucha vitalidad. La seguimos, hasta que nos dice que esta buscando al chico de las radios. ¿De qué radios? pienso yo, si ya tenemos una aparatitos en la oreja, pero enseguida nos cuenta Silvia que  entre las nuevas normas del Vaticano están las de usar en exclusividad sus maquinitas, así que vamos con dos aparatitos uno enchufado  y el otro guardado. Madre  mía que locura.

Pasamos el control de seguridad, nos cuentan, nos dan unas entradas, y nos avisan que no compremos nada, que estemos siempre al lado del grupo y la guía, que fotos aquí si y allí no, que allí con flash pero este no, y así comienza nuestro trayecto a lo largo de lo museos vaticanos. Hay tantas obras de arte, tantas esculturas, tanta gente, tanta  información, tanto calor que me siento un poco confusa. Pero esto es solo el inicio, Ya que  lo que en un principio iba a ser una hora y media, finalmente han sido más de 4 horas, encerrada en una caja fantástica, con obras de arte inconmensurables, con las mejores explicaciones posibles, pero con tal avalancha de gente, ruidos y voces, que tras dos horas encerrada ya no quiero saber más y realmente sólo pienso en escaparme cuanto antes. Ya he perdido al grupo, menos mal que sigo oyendo a la guía por los aparatitos, pero habla de cosas que no puedo ver, y mi mente divaga entre entender lo que cuenta, el pensar donde esta el grupo, el hambre que me esta entrando y sobretodo el cansancio que soy sintiendo en todo mi cuerpo. Sólo llevo un bolso, pero entre las radios, las pilas, la cartera,  las gafas de sol,  el paraguas, una manzana, mi iPad y no sé que otras cosas sin importancia, la verdad es que me empieza a molestar.

Sólo quiero llegar a la capilla Sixtina, porque a estas alturas ya no me siento capaz de apreciar nada más. Pero hace ya más de 40 minutos que llevo viendo el cartelito de la capilla Sixtina, y la verdad es que esta no aparece, subo y bajo escaleras, sigo a guías que no son mías, pero sobretodo me empieza a entrar una claustrofobia total. La verdad es que  casi no puedo respirar y hasta tengo la sensación de que en algún momento me puedo desmayar, pero entonces veo a una de las chicas de mi tour, una chiquita de 17 años, que ha roto a llorar, agobiada y cansada como nunca. Entonces no se cómo resurgen mis fuerzas  y trato de asistirla como puedo.

Después de recorridos surrealistas por todo tipo de salas, hasta una dedicada a Matisse, consigo llegar a la famosa capilla, y si, por fin ya estoy aquí, lo que siempre he soñado y deseado. Pero ahora realmente solo pienso en algo fresco y una buena cama, pero aun así hago el ultimo esfuerzo para poder apreciar mejor lo que veo, para que mis retinas retengan tanta belleza. Sin embargo me distraigo enseguida ya  que la capilla esta saturadisima, hace un calor horrible, gente por todos lados y la puerta de salida es tan diminuta que sólo en salir tardamos mas de 30 minutos. fin . Entonces pienso que surrealista es sentirme así, que snob y ridícula quedaría si les cuento a mis amigos que me sentía atrapada en la Sixtina. Hoy ha sido el día más lleno de gente de mi historia, y según la guía desde 2001 no había visto nada parecido.

Sólo veo a 10 pax de mi grupo, pero por lo menos mi guía está cerca y así que finalmente tras cuatro horas sin descanso, de pie, sin comer, ni beber ni ir al baño, por fin conseguimos salir. Sólo pienso en llegar al hotel, darme una ducha y cenar, pero nuestra guía nos ha dicha que primero vamos a ir  a una tienda, para ir a los baños y para  que satifiquen nuestras compras y después tenemos más de una hora para llegar al hotel, pues éste está a más de 50 km de la ciudad. Y entonces pienso en lo dura que es la vida del turista.

Pero esto no es nada, aun queda más. Mañana nos  vamos a Pompeya y Capri y tenemos la salida a las 6.00 de la mañana.Ya no puedo más y la verdad es que estoy pensando que en cuanto acabe el viaje me tengo que ir a un balneario o la playa a descansar, pues estas vacaciones han sido mas intensas y mas cansadas que cualquier semana de vida laboral. Eso si he olvidado lo que es la rutina, y ahora hasta la aprecio más. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario