martes, 24 de diciembre de 2013

Cuando la guía no soy yo



Este mes de noviembre viajamos a Argentina, para ver a mis suegros en Buenos Aires y para conocer algo más de este fantástico país. Esta vez tocaba el norte argentino: Salta, Tucumán y Jujuy. Consideramos que un tour sería la mejor forma de viajar: después de una larga temporada de trabajo quería descansar de verdad, no me apetecía ser guía aunque fuese de mi propia familia, ni buscar recorridos u hoteles. Por primera vez lo quería todo hecho y además quería experimentar un tour sin ser yo la guía, ver la otra parte. Nada mejor que ser un cliente para entenderlos más . Ademas también quería que mi hija de 5 años supiera como es mi trabajo, qué hacía y nada mejor que verlo reflejado en otra persona.

La primera sorpresa fue el nombre de la guía, Adriana, el mismo que el de mi hija. Esto estaba teniendo un buen inicio.

Cuando la conocí, lo primero que pensé es que por solidaridad profesional pasara lo que pasara no me pondría en contra de ella. Iba a ser lo más compresiva y solidaria posible. Enseguida le dije que yo también era guía y aunque al principio pensó que quizás supondría un problema, enseguida se dio cuenta de que mi intención era facilitarle su trabajo y que no supusiéramos ninguna carga.

La guía me gustó, fue amable, simpática, llena de conocimientos de la zona. Adriana, mi hija, se sentía fascinada con Adriána, la guía, quizás por esa posición de poder que da el puesto y la hizo sentir realmente especial durante el circuito.

Es cierto que nos llevo a muchas tiendas, pero hizo un trabajo fantástico y en tantas situaciones me sentí reflejada con ella, que al acabar además de una postal pintada por mi hija y mi tarjeta, también llevaba incluido 300 pesos de propina. Lo cierto es que entre que le cambio estaba a nuestro favor y mi solidaridad con la profesión, fui dando propinas a todos los guías y choferes de nuestro tour.

Un mes más tarde me encuentro escribiendo esto, esta vez sí, yo viajando como guía, camino de París. Detrás mío llevo a una pareja adorable de argentinos que viajan con su nieta. Me encanta viajar con argentinos, hay muchas cosas que nos unen y creo qué se lo que buscan y lo que quieren. Pero sin lugar a dudas ha sido esta adorable pareja de 84 y 76, llenos de bondad y vida los mejores de todos. Gracias Noemí y Domingo.

He disfrutado con ellos, y ellos conmigo, y acaban de darme la evaluacion del circuito junto con 50€ de propina. Me quedo pensando hago el cambio y pienso: "Dios mío esto en pesos son unos 600" y entonces me doy cuenta de que todo lo que das vuelve por duplicado de una u otra forma y me choca tanto estas coincidencias o casualidades de la vida, que no he podido evitar que antes de la primera parada ya haya escrito todo esto.



-- Desde Mi iPad

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